lunes, 27 de agosto de 2012

Hola, ¿cómo te sientes?



-“Los hombres no lloran”
-“De eso no se habla”
- “¿Otra vez hablando de Juancito? Olvídate, no merece ni una lágrima.”
-“¿Miedo?, no seas cobarde, tienes que ser fuerte, tú puedes”.
-“¿Envidia?, no conozco ese sentimiento, pero que bronca le tengo a María de que se haya comprado ese auto”

¿Eres capaz de identificar y conectarte con tus emociones claramente? ¿Cuáles no registras, no identificas o las evitas?.
Hoy no quiero saber cómo estás, quiero saber cómo te sientes. Y no quiero que respondas desde lo racional, así que detente, observa, escúchate, conéctate con lo más profundo de tu ser.
Junto con la vida nos vienen dadas las emociones. Son innatas, libres, genuinas, claramente identificables en un bebé recién nacido. Pero conforme pasa el tiempo en la mayoría de las culturas, los adultos fueron y van bajando modelos de permisos y no permisos, se van filtrando mandatos sociales, religiosos con sus cargas de juicios, modas, mitos. Y así las emociones poco a poco se van regulando, negando, reprimiendo, hasta producir en muchos casos desde un analfabetismo emocional hasta una alexitimia.
Cada emoción nos informa a cada momento qué nos está pasando y sentirlas es la manera que tenemos de procesar lo que nos sucede.
Ahora bien, todo esto quizá lo podamos comprender, pero ¿lo sentimos?, ¿nos permitimos estar tristes?, ¿nos permitirnos enojarnos?, ¿nos permitimos tener rabia?, ¿aceptamos que nos sentimos culpables?, ¿aceptamos alguna vez que sentíamos vergüenza?, ¿alguna vez confesaste a alguien que tenías miedo?, ¿alguna vez admitiste sentir envidia o celos?.
Observa que te nombré algunas de las emociones desagradables. Obviamente que son sensaciones molestas, pero experimentarlas de vez en cuando no es el fin del mundo y mucho menos si la vemos como valiosas señales de transformación.
Muchas personas piensan que sólo se deben expresar las emociones “bonitas”, y al resto enterrarlas, porque “enojarse está mal, sentir envidia es catastrófico, tener miedo es de cobarde, sentirse culpable es de víctima, estar triste es pérdida de tiempo”.
Esa gente autosuficiente, que todo lo puede, que siempre está bien, que no se permite llorar porque es de débiles, esos seres próximos al estoicismo, son las personas condenadas al sufrimiento, condenadas a desarrollar otras emociones sustitutas y no auténticas, tales como fobias, ataques de pánico, ansiedad, melancolía, depresión, ciclotimia, pesimismo, agresión, violencia, manipulación, sobreadaptación, amor por conveniencia, deshonestidad entre otras, y todo esto generando un stress abriendo así la puerta de entrada a las enfermedades. 
Cuantas veces escuchamos que debemos aprender a “controlar” las emociones. Mal interpretado en una gran mayoría de casos como “controlar=anular”. No podemos elegirlas, pero podemos decidir cuánto tiempo permanecer en ella. El control de las emociones no es otra cosa que el control de nuestros pensamientos. Por tanto, para vencer lo desagradable no es necesario reprimir ni enfrentarse, sino pensar bien.
Imagínense que si no nos permitimos llorar una pérdida, tampoco podremos sentir la intensidad del amor, de la alegría y el afecto. “Para qué decirle que lo quiero, si ya lo sabe”. Mientras más nos vayamos reprimiendo, más robots seremos.
¿Qué tiene de malo sentirnos tristes todo un día porque extrañamos a alguien?. Es preferible llorar en el momento de la pérdida, y no llorar a cuenta gotas toda la vida. ¿Qué tiene de malo expresar un enojo?. Es preferible en el instante pegar media vuelta, respirar profundamente y volver luego para dialogarlo, que a implotar en culpa o resentimiento, o explotar con ira contra el mundo.
Conocerse, conectarse y fluir naturalmente por las emociones es un signo de salud mental.
Las emociones no son ni buenas ni malas, simplemente SON, por tanto afectan e influyen en nuestra vida y en nuestras decisiones, y el poder habilitarlo tiene que ver con una buena autoestima.
Una persona con adecuada autoestima habilitará la emoción, podrá conectarse sin sentir que se debilita y se hará cargo de que sus emociones le pertenecen.
Una de las frases más chantajistas que resuena frecuentemente es “me hiciste enojar”. Nadie “me hace sentir”, sino que “siento” porque así percibí ese hecho, acción o palabra. Las emociones pertenecen a cada persona y responden a diferentes estímulos.
Recuerda que las emociones son contagiosas, por tanto, es sumamente importante cuidar qué información ingresamos a nuestra mente y de qué tipo de personas nos rodeamos. No vemos con nuestros ojos, sino con nuestro nivel de consciencia.
Aprendamos un poco más a tolerar lo que sentimos, sin pensarlo como signo de debilidad sino de fortaleza. Quizá simplemente debamos aprender a ser más humanos.

Luz y Amor

Lic. Patricia Bogado | Coach de Emociones & PNL
www.patriciabogado.com.ar 
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