-“Los hombres no
lloran”
-“De eso no se
habla”
- “¿Otra vez hablando
de Juancito? Olvídate, no merece ni una lágrima.”
-“¿Miedo?, no seas
cobarde, tienes que ser fuerte, tú puedes”.
-“¿Envidia?, no
conozco ese sentimiento, pero que bronca le tengo a María de que se haya
comprado ese auto”
¿Eres
capaz de identificar y conectarte con tus emociones claramente? ¿Cuáles no
registras, no identificas o las evitas?.
Hoy
no quiero saber cómo estás, quiero saber cómo te sientes. Y no quiero que
respondas desde lo racional, así que detente, observa, escúchate, conéctate con
lo más profundo de tu ser.
Junto
con la vida nos vienen dadas las emociones. Son innatas, libres, genuinas, claramente
identificables en un bebé recién nacido. Pero conforme pasa el tiempo en la
mayoría de las culturas, los adultos fueron y van bajando modelos de permisos y
no permisos, se van filtrando mandatos sociales, religiosos con sus cargas de
juicios, modas, mitos. Y así las emociones poco a poco se van regulando,
negando, reprimiendo, hasta producir en muchos casos desde un analfabetismo
emocional hasta una alexitimia.
Cada
emoción nos informa a cada momento qué nos está pasando y sentirlas es la manera
que tenemos de procesar lo que nos sucede.
Ahora
bien, todo esto quizá lo podamos comprender, pero ¿lo sentimos?, ¿nos
permitimos estar tristes?, ¿nos permitirnos enojarnos?, ¿nos permitimos tener
rabia?, ¿aceptamos que nos sentimos culpables?, ¿aceptamos alguna vez que
sentíamos vergüenza?, ¿alguna vez confesaste a alguien que tenías miedo?,
¿alguna vez admitiste sentir envidia o celos?.
Observa
que te nombré algunas de las emociones desagradables. Obviamente que son
sensaciones molestas, pero experimentarlas de vez en cuando no es el fin del
mundo y mucho menos si la vemos como valiosas señales de transformación.
Muchas
personas piensan que sólo se deben expresar las emociones “bonitas”, y al resto
enterrarlas, porque “enojarse está mal, sentir envidia es catastrófico, tener
miedo es de cobarde, sentirse culpable es de víctima, estar triste es pérdida
de tiempo”.
Esa
gente autosuficiente, que todo lo puede, que siempre está bien, que no se
permite llorar porque es de débiles, esos seres próximos al estoicismo, son las
personas condenadas al sufrimiento, condenadas a desarrollar otras emociones
sustitutas y no auténticas, tales como fobias, ataques de pánico, ansiedad,
melancolía, depresión, ciclotimia, pesimismo, agresión, violencia,
manipulación, sobreadaptación, amor por conveniencia, deshonestidad entre
otras, y todo esto generando un stress abriendo así la puerta de entrada a las
enfermedades.
Cuantas
veces escuchamos que debemos aprender a “controlar” las emociones. Mal
interpretado en una gran mayoría de casos como “controlar=anular”. No podemos elegirlas,
pero podemos decidir cuánto tiempo permanecer en ella. El control de las
emociones no es otra cosa que el control de nuestros pensamientos. Por tanto,
para vencer lo desagradable no es necesario reprimir ni enfrentarse, sino
pensar bien.
Imagínense
que si no nos permitimos llorar una pérdida, tampoco podremos sentir la
intensidad del amor, de la alegría y el afecto. “Para qué decirle que lo
quiero, si ya lo sabe”. Mientras más nos vayamos reprimiendo, más robots
seremos.
¿Qué
tiene de malo sentirnos tristes todo un día porque extrañamos a alguien?. Es
preferible llorar en el momento de la pérdida, y no llorar a cuenta gotas toda
la vida. ¿Qué tiene de malo expresar un enojo?. Es preferible en el instante pegar
media vuelta, respirar profundamente y volver luego para dialogarlo, que a implotar en culpa
o resentimiento, o explotar con ira contra el mundo.
Conocerse,
conectarse y fluir naturalmente por las emociones es un signo de salud mental.
Las
emociones no son ni buenas ni malas, simplemente SON, por tanto afectan e
influyen en nuestra vida y en nuestras decisiones, y el poder habilitarlo tiene
que ver con una buena autoestima.
Una
persona con adecuada autoestima habilitará la emoción, podrá conectarse sin
sentir que se debilita y se hará cargo de que sus emociones le pertenecen.
Una
de las frases más chantajistas que resuena frecuentemente es “me hiciste
enojar”. Nadie “me hace sentir”, sino que “siento” porque así percibí ese hecho,
acción o palabra. Las emociones pertenecen a cada persona y responden a
diferentes estímulos.
Recuerda
que las emociones son contagiosas, por tanto, es sumamente importante cuidar
qué información ingresamos a nuestra mente y de qué tipo de personas nos
rodeamos. No vemos con nuestros ojos, sino con nuestro nivel de consciencia.
Aprendamos
un poco más a tolerar lo que sentimos, sin pensarlo como signo de debilidad
sino de fortaleza. Quizá simplemente debamos aprender a ser más humanos.
Luz
y Amor
Lic. Patricia
Bogado | Coach de Emociones
& PNL
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