domingo, 1 de septiembre de 2013

El Poder de Soltar


Ser honestos con nosotros mismos no es tarea fácil. Nos cuesta aceptar cuando algo termina o que se va de nuestra vida. Se nos hace muy difícil cerrar capítulos, sumado a que somos expertos en excusas para no hacerlo. 
Muchas veces quedamos anclados en algo porque creemos que necesitamos “eso”, o a “ese”, o a “esa” para vivir.
Cuántas relaciones muertas que prefieren seguir unidas a través del conflicto tolerando maltratos, abusos, mentiras, traiciones, solo porque creen no tener otra opción. Cuando de algo tenemos que estar totalmente seguros, siempre hay otra opción, quizá no sea la que uno quiera, o no se esté dispuesto a pagar el costo que viene con esa decisión y con ese cambio, pero siempre tenemos otra opción.
Cuántas personas viviendo de recuerdos lindos o dolorosos, dando vueltas una y otra vez en la misma anécdota y volviendo a sentir la misma emoción de aquel momento en que vivió esa situación: “es que me dejaron, se fue con otra…”, “no sabes todo lo que yo di en esa empresa y me despidieron…”, “es que le di todo y más, y al final me abandonó…”, “nunca más volveré a sentir lo mismo…me quedaré sola/o toda mi vida…”.
Es importante quedarse aquí un tiempo, lo que necesita el alma para alejar la mente del corazón pero cuando nos quedamos más tiempo de lo debido, girando con la misma anécdota, lo que logramos es quedar apegados al lado oscuro de esa historia.
Con la puerta entreabierta entra aire. El apego desde la parte oscura ocurre cuando sentimos que ese otro se nos está convirtiendo en algo muy importante en nuestra vida, y que de tan importante se nos hace indispensable. Y cuando entra esta indispensabilidad volcamos toda nuestra existencia en el afuera hasta llegar a sentir que el resto de nuestra vida carece de sentido cuando no lo tenemos.
Es importante saber que vivimos en una cultura del apego, nos bombardean constantemente a que dependamos del último celular, a que usemos determinada ropa de marca, a que tengamos determinada marca de auto, a que estemos en pareja porque sino somos bichos raros. Satanizamos las palabras “apego”, “soledad”, “desapego”, sin ver la parte lumínica de estos términos.
Hay una gran diferencia entre estar en el mundo y ser parte del mundo. Seguir a la masa puede ser el camino más fácil y puede conducirnos a una gratificación inmediata, pero cuando el silencio empieza a gritar te das cuenta que  vale mucho más la pena “sacrificar” el placer inmediato por la bendición que es la gratificación a largo plazo.
Por lo tanto nuestro trabajo personal es el desapego. Pero cuidado con este término porque como todo en la vida los límites son muy sutiles. A un paso del desapego puede estar la dejadez, la frialdad, la lejanía. El desapego real no es el de “me fui, no me importa”. El desapego real, o mejor dicho, el apego seguro desde el lado lumínico es, “hoy estoy contigo, me encanta estar aquí, te disfruto, pero sé que cuando no esté aquí también puedo vivir y puedo sentirme bien en esa situación”.
El desafío es aprender a desapegarnos del afuera para apegarnos a lo que verdaderamente es nuestra condición natural, que es a nosotros mismos, a nuestra esencia. Cada situación “negativa” es una oportunidad que nos da la vida para nuevamente regresar a casa, lo cual significa aprender a protegernos, a amarnos, a cuidarnos, a apoyarnos, a ser nuestro mejor amigo y nuestro primer amor.
Esto es muy importante entender porque mucha gente por miedo a la soledad necesita del ruido, necesita de fiestas todo el tiempo, estar acompañada constantemente sea de pareja, amigos, familiares. Y para un hambriento emocional cualquier migaja de amor le viene bien, y esto se huele. Es como un olor imperceptible pero muy perceptible a la vez. Es muy perceptible a las cosas más internas de uno, y esto huele a que estás buscando desesperadamente a alguien con quien estar, siendo esto un blanco fácil para manipuladores, estafadores, mentirosos. 
Debemos hacer consciencia que cada etapa en nuestra vida tiene su propósito, hacer carne que la vida son ciclos, y que todos necesitamos nuestro espacio y tiempo para reencontrarnos con nosotros mismos, y que la soledad puede ser maravillosa cuando descubrimos su sentido. Hay un tiempo para todo. Tiempo para sembrar, tiempo para cosechar. Tiempo que se caen las hojas, tiempo que las flores renacen. Tiempo de lluvia, tiempo de sol. Si esto vemos y sabemos, ¿por qué habríamos de creer que todo lo que vimos de nuestra vida es todo lo que hay?.
Busquemos hacer cosas que nos hagan sentido, que nos nutran internamente y nos mantengan en ese silencio maravilloso, que es el silencio donde habita Dios, donde habita lo sagrado, y sólo a partir de entonces nos volcaremos al afuera de manera mucho más sana.
El poder de “Soltar”, del “Next”, “Siguiente”, está en el desafío de dejar ir aquello que ya está muerto simbólicamente en nuestra vida y avanzando en la certeza de que aún hay mucho más, que aún no vimos y que es de bendición.

Luz y Amor

Lic. Patricia Bogado
Coach & Master PNL
www.patriciabogado.com.ar






jueves, 9 de mayo de 2013

Los rescatadores: la obsesión por cuidar a otros


¿Cuántas veces te pasó que estás hablando con alguien porque necesitas sólo que te escuchen, y la otra persona ya te dijo qué sentir, qué hacer, cómo hacerlo y cómo vivir tu vida?.
Rescatadores y rescatados, dos caras de la misma moneda.  Gente que tiene anclado en el mismo punto el amor y la necesidad.
Muchos funcionan como imanes para atraer a personitas que son como aves con alas rotas. Y se sienten muy atraídos por andar recogiendo a “huérfanos del destino” para solucionarles la vida y rescatarles de su “tormento”, porque eso los hace sentir útiles, necesarios, importantes, capaces, eficientes y bondadosos.   
Una de las manifestaciones más comunes de la codependencia es la obsesión por cuidar a los demás. El codependiente es una persona que permite que la conducta del otro le afecte, y está obsesionado con controlar, cambiar y modificar la vida ajena.
Los rescatadores aman asumir responsabilidades que no les corresponden. Es algo que lo hacen repetidamente con los amigos, familia, pareja, conocidos, clientes o cualquiera que se encuentre a su alrededor y que esté “sufriendo”.
Estos vienen con distintos trajes. Uno de ellos es el del complaciente o la complaciente, son aquellos que tratan que todo el mundo esté feliz. Siempre dicen que sí, y se viven metiendo en situaciones difíciles porque no tienen esa capacidad de decir “no”. También está la figura del dadivoso, son estos rescatadores que dan todo de forma obsesiva y compulsiva, incluso lo que no quieren realmente dar.
Otro de los trajes utilizados más en hombres que en mujeres, es la del protector, aquel que se preocupa siempre del bienestar de los demás, llegando a hacer hasta lo imposible y toman la responsabilidad de proteger, e inclusive se tiran una carga que sobrepasa su capacidad. Luego están los consejeros, aquellos que tienen una antena especial para gente problemática. Ayudan compulsivamente y dan consejos, aunque no se los pida. Aquí entrarían los “opinólogos” y metiches por excelencia.
Asimismo están los salvadores y maestros que cayeron en la trampa del Mesías. Algo así como si colgaran un letrero en la puerta de su casa diciendo “aquí se atiende las necesidades de todo el mundo, de día y de noche, gratis, menos las mías”. Estos seres tienen como un radar para atraer a todas las personas en crisis, dejan todo lo que están haciendo para estar al servicio del “sufriente”. 
El tema del rescatador es que entra en un triángulo de comportamiento: rescatar-perseguir-culpar. Entra a un círculo vicioso donde primero rescata y da, así mantiene bajo su yugo a la persona, luego empieza a acosar y a controlar para que el otro haga lo que le dijo, se enoja si no lo hace, inyecta culpa y así finalmente se convierte en víctima de su propia trampa.
La mentira en la que vive es que cree que todo esto lo hace por generosidad, cuando realmente lo está haciendo porque quiere ganarse el amor.
Tengamos en cuenta que el amor no tiene nada que ver con rescatar a los huérfanos del destino. El grave problema es cuando creemos que amar es darlo todo por el otro, pasar por encima de la vida ajena, hacer hasta las cosas que a uno no le gustan, cargar la cruz, decir que sí cuando lo que realmente se quiere es decir que no.
Así nos encontramos con innumerables parejas oficiando de madre/padre; mujeres que mantienen a su amante, a la esposa del amante y al hijo de ambos; madres que sobreprotegen a sus hijos con  más de 40 años de edad y justificando su adicción o vagancia; personas que se ponen en pareja con gente extremadamente problemática viviendo bajo la ilusión rosa del mañana que nunca llega. Estos son solo algunos de los casos, y la lista podría seguir.
Más allá de la importancia de trabajar en la historia personal, se nos hace indispensable aprender a diferenciar cuando nuestra ayuda sí es un acto de amor y crecimiento, de cuando no lo es. Ayudamos realmente cuando el otro nos invita a hacerlo o expresamente acepta que lo hagamos, ayudamos cuando nos da lo mismo que acepten nuestra ayuda o no, ayudamos cuando para nosotros lo verdaderamente importante es el bien del otro, y no que haga lo que nosotros queremos.
Tengamos en cuenta que nuestra ayuda es adecuada cuando produce madurez, paz, crecimiento, gozo y agradecimiento en la otra persona, y no cuando produce enojos. Si en tus relaciones se enojan contigo siempre que los ayudas, alerta, estás rescatando.
Si estás del lado de Cenicienta ten presente que nadie va a salvarte ni podrá transitar tu camino por ti, la única persona que podrá liberarte de tu prisión y llevarte a un mundo mejor eres tú misma. Y si estás del lado del Mesías ten en cuenta que rescatar al otro no te convierte en mejor persona, ni serás más lindo ni más bueno. Muchas veces hacemos obras que parecen buenas o lo son en sí mismas, pero nuestra intención no es pura, ya que lo hacemos por culpa o necesidad de ser reconocidos o necesitados.

Luz y amor

Lic. Patricia Bogado

domingo, 3 de marzo de 2013

El titiritero emocional: ¡Cortando los hilos al chantaje!

De pronto, nos damos cuenta que alguien en nuestra vida está sacando ventaja de nosotros y nos incita a hacer o incluso a aguantar situaciones que no nos gustan.
Los titiriteros emocionales son estas personas que disponen de distintas herramientas manipuladoras sabiendo qué botones apretar y de qué hilos estirar para llevarte a satisfacerlos, aún a costa tuya. Te hacen sentir como si fueras un títere del que disponen cuando tienen ganas porque se les antojó jugar con él.
Algunos vienen bajo la máscara seductora y que necesitan una audiencia que lo estén adorando, cuando ya no lo hagan más buscará otro escenario. Son los narcisistas, te hacen creer en ellos, algunos se venden a sí mismos como grandiosos, generosos, te regalan cosas, manipulan los hechos y distorsionan tu percepción a gran velocidad. Son muy demandantes para obtener un “Sí” de tu parte, te están todo el tiempo detrás. Si ya lo descubriste y buscas salir de su influencia, te acusarán de desleal y traidor, y buscará hacer saber a otros tu falta para que te exilien del sistema.
Otros aparecen con la máscara de destructor insaciable o depredador. Se presentan como necesitados y tú eres la única persona que les puede ayudar, te cuentan su miseria humana y te presentan un problema extremadamente conmovedor. Estos no necesitan un público que los adore, necesitan una víctima que haga cosas por él. Que trabaje, que lo mantenga, que les resuelva un problema, que le pague sus vicios, que lo lleves y que lo traigas, incluso te pueden embarcar en un negocio, te ofrecerán un proyecto maravilloso y luego dejarte con las deudas. Si reclamas se ofenden y te reprochan por ser tan “materialista” o mala pareja, amigo o pariente. Una vez que dejas satisfecha su necesidad desaparecen, algunos vuelven cuando necesitan más.  
Otros titiriteros son aquellos dramáticos o emocionalmente inestables. Estos son muy impredecibles, porque nunca sabes de qué humor estarán ese día. Son intolerantes, explosivos por cosas insignificantes y a los diez minutos están como si nada hubiera pasado. Te maltratan verbalmente por cualquier cosa. Tienen que ser el centro de tu atención y sus necesidades van primero. La relación con ellos es una montaña rusa, actúan más por emociones. No están interesados en la lógica ni en la razón, por lo cual no sirve de nada que des argumentos de su conducta. Solo quieren atención inmediata, te hacen responsables por sus cambios de humor negativos. Hacen escenas hasta en público para avergonzarte y que cedas o aprendas. Si quieres dejar la relación harán un gran drama, pueden suplicar y prometerte lo que sea para que no lo dejes. Incluso hasta pueden amenazar con quitarse la vida.
De manera consciente o inconsciente, el chantajista emocional detecta en los otros ciertos patrones de conducta y debilidades. Es muy hábil para descubrir cuáles son esos botones que tiene que apretar para que la otra persona funcione de la manera que él quiere. Ya sea inyectando culpa, o con enojo, con miedo, con ansiedad, con tristeza, para poder obtener aquello que desea.
Una persona sana no antepone sus necesidades a través de anular la de los otros. Normalmente en una relación debería ser “porque te quiero te elijo y te doy mi cariño y mi atención”, en cambio, en una relación de chantaje es “si quieres mi atención y mi cariño tienes que hacer lo que yo te diga, como yo te diga y cuando yo te lo diga, porque si no haces eso, te pago con esta”. Y así se termina convirtiendo en una relación de necesidades.
Un punto a tener en cuenta es que no existe titiritero sin títere. Si te mantienes a sabiendas en una relación así, recuerda que tienes la pareja para la que te alcanzó, así que no eres víctima sino corresponsable, porque no hay nada que tú puedas hacer para “curar” a estos enfermos emocionales. Y si persistes, muy probablemente tienes problemas con tu autoestima que te impiden pensar en la posibilidad de que eres capaz de aspirar a algo mejor, a una vida más libre y plena.
A veces el titiritero de tu vida no es una pareja, sino tu madre, padre, hermano o socio. No tienes que querer menos, ni dejar de querer para liberarte. Tienes que quererte más, reconocer el chantaje y atender tus debilidades propias para poder de una vez cortar esos hilos. 
No pretendas negociar con el chantajista, ni intentes convencerlo para que abandone su profesión de titiritero. Lo que sí puedes hacer es buscar la ayuda necesaria para dejar de ser un títere emocional.

Un abrazo de luz
Lic. Patricia Bogado
Coach & Master PNL
Para entrevistas con Patricia: info@patriciabogado.com.ar

© 2013 - Patricia Bogado ALAS de ÉXITO - Todos los derechos reservados
Si deseas reproducir parcial o totalmente este artículo en tu blog o sitio por favor incluye los datos de la autora notificando sobre el mismo a: info@patriciabogado.com.ar

miércoles, 20 de febrero de 2013

¿Hasta que el amante nos separe?

“-¿Que tiene ella que no tenga yo?” – “¿Por qué si yo lo quería tanto?” – “¡Todas las mujeres son iguales!” – “Pero si nada más fue sexo y no significó nada” – “Es que se me presentó la ocasión y no pude evitarlo.”


Parecería que la infidelidad es algo que sucede de manera natural cuando las cosas no van bien en una relación. Las estadísticas afirman que más del 50% de la población occidental es infiel, lo ha sido o lo será. Siendo ésta la principal causa de divorcio conyugal y de violencia intrafamiliar.
Básicamente el tema de la infidelidad son acuerdos implícitos y explícitos que se violan en una relación. Y como estamos en este lado del mundo en una sociedad de relaciones monógamas se presupone que tendríamos que honrar esta parte.
Una persona me dijo que “existe un submundo de relaciones y es natural que esto suceda”, y si es natural que esto suceda entonces no caigamos en la hipocresía y hablemos de frente con la pareja. Demandamos exclusividad, la exigimos pero al mismo tiempo la violamos.
Hay quienes dicen que buscan emoción, que buscan aventura en la relación, y por supuesto que el peligro activa la adrenalina que a su vez activa la dopamina y que a su vez activan los circuitos del enamoramiento, esto es verdad, pero también se puede encontrar emoción con la pareja.
La infidelidad siempre es síntoma de algo mucho más profundo, por un lado nos muestra las necesidades insatisfechas en la pareja, buscamos afuera eso que no tenemos en casa. Y por otro lado también nos puede estar señalando que la persona que comete infidelidad tiene una carencia básica estructural, posiblemente un vacío que ya lo trae desde sus relaciones primarias, y que aunque le bajes el cielo es probable que esta persona ni sepa lo que quiere.
Uno de los mitos es creer que la infidelidad está sólo en el cuerpo, y lejos de eso. Si bien este tipo de engaño es la más temida por los hombres, también se puede ser infiel emocional o sentimentalmente, la cual es la más temida por las mujeres. Y asimismo podemos hablar de la infidelidad cibernética donde muchos piensan que mandarse mensajitos ocultos no es infidelidad, lamento informar que sí lo es, y así empieza el asunto.
Psicológicamente esto trae múltiples consecuencias para la persona engañada que experimenta una fulminante bajada de su autoestima. Y para los responsables del engaño también dan su aparición la culpa, el arrepentimiento y el miedo a ser descubiertos.
No seamos idealistas y caigamos en el amor romántico de Romeo y Julieta creyendo que el antídoto contra esto es el amor. El amor no lo puede todo, no detiene el deseo, no es incondicional, por sí solo no basta y no blinda contra la infidelidad. Cupido flecha por la espalda y podemos amar a dos y hasta a tres personas a la vez. Y cualquier mortal está en riesgo de jugar con fuego, nadie está inmune.
Nunca está justificada una infidelidad, nunca es lógico. Se es infiel siempre por decisión y siempre se puede evitar, es un acto de voluntad, es autocontrol. Tú puedes ser la peor pareja del planeta tierra, pero quien decidió ser infiel fue el otro y pudo haber optado por muchas otras cosas. Antes que eso se puede hablar, se puede buscar ayuda personal o profesional, o de plano terminar la relación si resulta insoportable.
Si te fueron infiel, en primer lugar decide si estás dispuesto a perdonar o declaras la relación por terminada. Ten en cuenta que esto va a llevar tiempo, no va a ser fácil, raras veces se perdona por completo y siempre tiende a quedarse algún estigma, por lo tanto se aconseja que ambos busquen ayuda profesional.
Pero recuerda, la fidelidad es una cuestión de voluntad y no del corazón. A veces creemos que al ser infiel le estamos haciendo algo al otro, cuando en realidad no hay nada más infiel que el infiel a sí mismo.

Un abrazo de luz

Lic. Patricia Bogado
Coach & Master PNL

  © 2013 - Patricia Bogado ALAS de ÉXITO - Todos los derechos reservados
Si deseas reproducir parcial o totalmente este artículo en tu blog o sitio por favor incluye los datos de la autora notificando sobre el mismo a: info@patriciabogado.com.ar


martes, 12 de febrero de 2013

Cuando el dolor toca a tu puerta


El cambio y la pérdida son inevitables. Sin embargo no nos han enseñado a perder, al contrario, fuimos entrenados para salir a ganar, a competir, a luchar, y si ocurre algo negativo a taparlo, negarlo o minimizarlo.
Así como podemos tener diez mil alegrías en la vida podemos tener diez mil tristezas. Tarde o temprano todos en algún momento nos enfrentamos a alguna pérdida, ya sea la muerte de un ser querido, la pérdida de salud, de una relación de pareja que creías para toda la vida, pérdida de bienes económicos, de ideales y sueños, muerte de una mascota, o una mudanza. 
Por más que sepamos que es normal que las circunstancias cambien todo el tiempo, el saber esto no nos hace inmune a un sentimiento de duelo.
Partamos de la base que la pérdida que más duele es la que a ti te duele. No es tan importante qué o a quién perdiste, sino lo que su existencia representaba para ti. Al momento de una pérdida se pone en marcha el mecanismo de duelo que es una reacción psicológica emocional normal y usualmente lleva hacia la adaptación y se autolimita en el tiempo.
Pero no siempre nos sentimos listos para soltar aquello que perdimos porque lo consideramos nuestro. Asimismo a algunos se les complica más que a otros atravesar estas aguas turbulentas, y eso depende de diversos factores tales como la personalidad, la naturaleza del apego, las circunstancias de la pérdida, la edad del sobreviviente y el soporte social y profesional disponible.
En esos momentos no ayudan el uso de frases cliché. No podemos catalogar la importancia de una pérdida ajena, ni minimizar o invalidar los sentimientos que ésta produce con un "Era la voluntad de Dios", "Fue lo mejor", "Ya pasará", “Fuerza, ya pronto todo va a estar bien”, "Ya está descansando", “Ya dejó de sufrir”, “Era mejor así”, “No es para tanto”, “No valía la pena”, “Ya encontrarás a otro/a mejor”, “Ponte las pilas”, “Qué bueno, sólo fue material, eso va y viene”, “Eres joven puedes tener más hijos”, “Tranquilo/a ya no llores”, “Ya pasó un tiempo, debes salir a distraerte”, “No te puedes derrumbar”, “Tienes que estar fuerte por tus hijos”, “Te enfermaste porque tienes bronca acumulada”. Y mucho menos decir “Te entiendo, pasé por lo mismo”, porque cada quien siente distinto.
Expresar cualquiera de estas frases es literalmente faltar el respeto al dolor ajeno, y demás está decir que siempre es mejor guardarse al experto que se lleva dentro.
Si tienes a un familiar o amigo pasando por este momento no permitas que el miedo, ansiedad o enfado te impidan apoyarlo. Lo mejor es dar el permiso para sentirse mal. Los sentimientos displacenteros son normales y hay que validarlos. Empatiza y sintoniza con sus emociones, con solo decir “lo siento mucho”, “te acompaño en este momento”, “estoy para lo que necesites”, ya es más que suficiente. Y si en esos momentos no sabes que decir, créeme es mejor no decir nada, solo da un abrazo y quédate al lado del doliente. Respeta sus tiempos y acompaña, esto es un duelo, y motívale a buscar ayuda profesional sobre todo si se siente que no puede o sus emociones displacenteras se congelan en el tiempo, va empeorando, o presenta síntomas de ansiedad o ha querido dañar o hacerse daño.
En caso de que seas tú el que esté atravesando un duelo, date tiempo para sentir, es tu pérdida y el duelo es un proceso. Desacelera pero no te estaciones, no fuerces las cosas, fortalece tus creencias espirituales o tu fe, elabora rituales que te hagan sentido. Y en caso de diagnóstico de una enfermedad grave, es preciso tener en cuenta que será una dura compañera de camino donde pone a prueba la fortaleza de quien la vive. Por tanto recuerda que no es conveniente que un duelo se pase solo, pide ayuda.
Después de una pérdida, las cosas no volverán a ser como antes. ¿Con qué sí cuentas, qué crees que podría ayudarte? ¿Qué vas a hacer ahora?.
No te sobreadaptes ni te victimices. Debemos aceptar que el plan de la vida no siempre concuerda con el nuestro, las cosas pasan como tienen que pasar y no como quisiéramos. Todo lo que debe ocurrirnos llegará a su debido tiempo, y en esos momentos estaremos con las personas adecuadas en el tiempo justo. Si bien somos responsables de nuestro destino y por tanto de nuestras actitudes y decisiones, debemos ser humildes y reconocer que lo Divino es quien se ocupa de lo sagrado.
Una pérdida es un carbón sobre tu carreta, depende de ti volverlo combustible utilizándolo como impulso y no como freno. Despide al que se ha ido y recibe al tú que ahora resulta de la pérdida.

Un abrazo de luz

Lic. Patricia Bogado
Coach & Master PNL

  © 2013 - Patricia Bogado ALAS de ÉXITO - Todos los derechos reservados
Si deseas reproducir parcial o totalmente este artículo en tu blog o sitio por favor incluye los datos de la autora notificando sobre el mismo a: info@patriciabogado.com.ar